sábado, 4 de febrero de 2012

Desempolvando el corazon


Hablando con dios
34 días.
Miraba con indiferencia a los patos ir de un lado a otro en el lago. El brillo del sol en las ondas del agua. El tono rojizo que tomaba el cielo. Las personas que indiferentes pasaban cerca de mí, que incluso se sentaron a mi lado sin dar la más mínima importancia a mi presencia.
Miraba todo con fastidio y a la vez con una calma imperturbable. Estaba harta de que todo siguiera su curso sin detenerse, harta de que el resto del mundo me omitiera y no notara la desesperanza en que me encontraba y al mismo tiempo agradecía su ignorancia, que no tuvieran que sentirse comprometidos a consolarme, a estas alturas tanto me molestaba que  me ignoraran como que prestaran atención a lo que me pasaba.
El respaldo de fierro de la banca en que estaba sentada me molestaba desde hacía un buen rato y el celular no dejaba de vibrar en la mochila, pero nada de esto me importaba .Estaba tan quieta mirando todo y mirando a la nada. Sumergida en mis cavilaciones y no pensando en realidad nada. Con las manos entrelazadas sobre el regazo cerraba los ojos de tanto en tanto. Me sentía tan cansada físicamente pero más en el interior, quería  introducir los brazos en mi alma y recoger todas las piezas que estaban tiradas, abrazarlas a mi misma con fuerza y consolarme abrazarme por dentro con mucha fuerza, gritar como nunca, hacia el espacio negro en el que se encontraban ahora mis sueños… quería llorar hasta morirme y todo lo que hacía era quedarme ahí sentada, quieta como un zombie, decepcionada  de todo hasta de mis pocas  fuerzas físicas para sufrir.
Aquel era mi día de descanso en el trabajo. Ironico pero después del tremendo esfuerzo que había hecho por ir sin falta todo este tiempo justamente el día que tenia libre se me antojaba para trabajar, para tener contacto humano, para intentar reirme de los pésimos chistes de Fernando mi jefe. Aunque esto en realidad no me importaba mucho. En poco tiempo olvide la sensación de extrañar a alguien, de necesitarle de tener ganas de compartir lo que siento con otra persona. Después de la primer semana mis amigos comenzaron a desistir poco a poco hasta que ya ninguno volvió a contactarme y por mas que intente no logre interesarme mucho por esto. La mayor parte del tiempo estaba molesta con el resto del mundo. A momentos sentía una profunda tristeza y repentinamente una gran impotencia y rabia y sin embargo como ya había mencionado no hacía nada. Casi nunca hablaba a menos que fuera estrictamente necesario como en el trabajo y solo con los clientes a pesar de tener a Fernando todo el día revoloteándome en sus inútiles esfuerzos por “sacarme una sonrisa”. Nunca conversaba con nadie en mi casa, se podría decir que los primeros siete días fueron los más trágicos. Llore tanto que varias noches desperté a mis hermanos y  a mis padres. No les explique lo que había pasado sin embargo no dejaba de sollozar que ya lo había perdido para siempre asi que supongo que se imaginaban. Mi mama me abrazaba hasta que me quedaba dormida convenciéndome de que solo era un capricho como tantos, que uno de estos días sin mas ya lo habría olvidado y yo por dentro sembraba un gran resentimiento por ella, porque no daba valor a lo que sentía por que cada vez en vez de consolarme hacia menos mi dolor y lo tomaba como un chiste. La última noche que hable con ella mientras me acariciaba el cabello para que me durmiera me dijo:
Estas cosas pasan todo el tiempo corazón y sinceramente yo no se por que nos estas jodiendo la vida a todos si al final de cuentas ya todos sabíamos de sobra que esto iba a pasar.
No lo podía creer. La mayor parte de mi vida había estado desinteresada en mi por asi decirlo, pero no podía creer su egoísmo, su hipocresía, que de verdad pensara que yo a propósito intentaba arruinarles la vida.
Me seque las lágrimas y me levante le acaricie la mejilla con la mano y con la mejor sonrisa que pude componer en ese momento le respondí:
Nunca más, no te preocupes. En mi vida voy a volver a  tener la idea estúpida de que cuento con el apoyo de mi madre, en mi vida voy a volver a necesitar de ti ni a volver a hablarte, has sido tan buena y desinteresada, que egoísta soy pero no te preocupes sal de mi cuarto y no vuelvas a entrar nunca porque te juro que si vuelves  a dirigirme la palabra me mato.
No dijo nada. Ella que siempre repelaba, que para todo tenía una manera de transformar las cosas y convertirse ella en la victima se quedo callada supongo que no le importo tanto  de lo contrario no hubiera guardado silencio. Solo se levanto y  cerró la puerta detrás de ella.
La mañana siguiente me levante y continúe mi vida como si nada ya no  volví a hablar con nadie en absoluto y fue cuando deje de recibir a mis amigos. Casi no comía y cuando lo hacia lo hacía en mi cuarto para evitar el escrutinio de mis hermanos en la mesa, ellos también se rindieron conmigo, como ya no despertaba llorando ni molestaba a nadie con mis sollozos, solo estaba tranquila y callada dejaron de preocuparse. Un dia incluso los escuche platicar, Roberto el mayor le decía a Lalo:
A mí la verdad si me preocupa Claudia Beto, si no es porque si la he visto comiendo se me figuraría que se nos muere un día de estos, no habla con nadie que ya hasta ni sus amigos la buscan y nomas me la cruzo en el baño o en la cocina o en el patio y me deprimo de verla y ni que decirle porque hasta parece que se espanta si le hablas.
Tu no seas wey y no le hagas caso- le contesto lalo muy seguro- lo que le paso es que ya le  toco uno que le regresara todas las que ha hecho y esta amansadita sin molestar a nadie, de rato se le pasa.. neta ni te acongojes.
Si hubiera podido sentir algo, hubiera sido risa por lo animal que siempre fue mi hermano lalo con respecto a todos los sentidos de la vida.
Con quien si extrañaba hablar era con mi padre, en realidad era la única persona que veía que se preocupaba en serio por cómo estaba y me dolía angustiarlo con mis cosas así que trataba de estar lo más normal posible en su presencia y evitarlo al máximo para que no notara que lo engañaba.
Me reprochaba a mi misma mi estado y a veces quería estar mejor. Trataba de convencerme de que no era para tanto y que podía continuar, pero simplemente no podía. Sentía que me habían amputado la mitad de mi vida y no conseguía interesarme por nada ni encontraba deseos para continuar mi vida.

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